...Y Fotografia Napoleon todavía pisa Barcelona.



Ya que estamos en la recta final del periplo de los Napoleon en las calles de Barcelona, desde esta entrada nos volvemos a los primeros días, cuando todo esto no eran más que palabras, el asfalto de la ciudad lo conformaba una simple mesa y los transeúntes eran muñecos de hueso sin carne. Viendo el jolgorio con el que se lo tomaron Clicks de Playmobil y Airgamboys, era de esperar que estos trastos acabarían siendo caramelos en patio de colegio. La que tenía que ser la propuesta lúdica de Els Napeon, ha sido a su vez festiva, y quién sabe si también erótico-festiva con lo apuntado por nuestra simpática Airgam-girl...



Nuestros Antepasados (y III). El Caballero Inexistente

Fotografía sin cara en la Rambla Santa Mònica (Ricard Martínez, 2011)

Cerramos la serie Nuestros Antepasados, de Italo Calvino, con un fragmento de El Caballero Inexistente.

¿Y vos? -El rey había llegado ante un caballero de armadura totalmente blanca; sólo una fina línea negra corría todo alrededor, por los bordes; el resto era cándida, bien conservada, sin un rasguño, bien acabada en todas las juntas, coronada en el yelmo por un penacho de quién sabe qué raza oriental de gallo, cambiante con todos los colores del iris. En el escudo había dibujado un blasón entre dos extremos de un amplio manto drapeado, y d entro del blasón se abrían otros dos extremos de manto con un blasón más pequeño en medio, que contenía otro blasón en su manto aún más pequeño. Con dibujo cada vez más fino se representaba una sucesión de mantos que se abrían uno dentro de otro, y en medio debía de haber quién sabe qué, pero no se conseguía distinguir, de tan diminuto que se hacía el dibujo. - y vos ahí, os presentáis tan pulcro... -dijo Carlomagno, que cuanto más duraba la guerra menos respeto por la limpieza veía en los paladines.

-¡Yo soy -la voz llegaba metálica desde dentro del yelmo cerrado, como si no fuera una garganta, sino la propia chapa de la armadura la que vibrase, y con un leve retumbar de eco- Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentraz y Sura, caballero de Selimpia Citerior y Fez!

-Aaah... -dijo Carlomagno, y del labio inferior, algo salido, brotó un pequeño trompeteo, como diciendo: «Si tuviera que acordarme del nombre de todos ¡estaría aviado!». Pero de inmediato frunció el ceño- ¿y por qué no alzáis la celada y mostráis vuestro rostro?

El caballero no hizo ningún gesto; su diestra enguantada en una férrea y bien ensamblada manopla se aferró más fuerte al arzón, mientras que el otro brazo, que sostenía el escudo, pareció sacudido por un escalofrío.

¡Os hablo a vos, paladín! -insistió Carlomagno-. ¿Cómo que no mostráis la cara a vuestro rey?
La voz salió neta de la mentonera: -Porque yo no existo, sire.

-jY ahora esto! -exclamó el emperador-. ¡Entonces tenemos entre nuestras filas un caballero que no existe! Dejadme ver.

Agilulfo pareció vacilar un momento, y después, con mano firme pero lenta, levantó la celada. El yelmo estaba vacío. Dentro de la armadura blanca de iridiscente cimera no había nadie.

-¡Vaya, vaya! ¡Lo que hay que ver! -dijo Carlomagno-. ¿Y cómo os las arregláis para prestar servicio, si no existís?

-¡Con fuerza de voluntad -dijo Agilulfo- y fe en nuestra santa causa!

-Claro, claro, muy bien dicho, así es como se cumple con el deber. Bueno, para ser alguien que no existe, valéis mucho.

Italo Calvino, Nuestros Antepasados. El Vizconde Demediado.
Siruela, 2004. Trad. Esther Benítez

Nuestros Antepasados II: El Barón Rampante

En la página derecha del cuaderno de trabajo del proyecto podemos leer: Un pequeño Barón Rampante en lo alto de una silla. Bajo la cortina, el pie de un progenitor, que hace lo que puede para que el niño no salga movido (Ricard Martínez, 2011)

Seguimos ilustrando tres relatos de Italo Calvino con cartes de viste de la instalación Galería Urbana de Retratos.

Fue el 15 de junio de 1767 cuando Cosimo Piovasco di Rondo, mi hermano, se sentó por última vez entre nosotros. Lo recuerdo como si fuera hoy. Estábamos en el comedor de nuestra villa de Ombrosa, las ventanas enmarcaban las frondosas ramas de la gran encina del parque. Era mediodía, y nuestra familia, según su vieja costumbre, se sentaba a la mesa a esa hora, pese a que ya los nobles seguían la moda, llegada de la poco madrugadora Corte de Francia, de disponerse a comer bien entrada la tarde. Soplaba un viento del mar, recuerdo, y se movían las hojas. Cosimo dijo: -¡He dicho que no quiero y no quiero!- y apartó el plato de caracoles. Jamás se había visto desobediencia más grave.
(…)
-¿Y bien? -dijo nuestro padre a Cosimo.

-¡No y no! -dijo Cosimo, y apartó el plato.

-¡Fuera de esta mesa!

Pero ya Cosimo nos había dado la espalda a todos y estaba saliendo de la sala .

-¿Adónde vas?

Lo veíamos por la puerta de cristales mientras en el vestíbulo cogía su tricornio y su espadín.
-¡Yo lo sé! -corrió al jardín. .

Al rato, por las ventanas, lo vimos encaramarse a la encina. Estaba vestido y peinado con gran propiedad, como nuestro padre quería que viniera a la mesa, a pesar de sus once años: cabellos empolvados con lazo en la coleta, tricornio, corbata de encaje, frac verde con colas, calzones de color malva, espadín, y altas polainas de piel blanca hasta medio muslo, única concesión a un modo de vestir más acorde con nuestra vida campesina. (Yo, como sólo tenía ocho años, estaba exento de empolvarme el cabello, salvo en las ocasiones de gala,. y del espadín, que en cambio me habría gustado llevar.) Y así trepaba por el nudoso árbol, moviendo brazos y piernas por las ramas con una seguridad y una rapidez producto de las largas prácticas que habíamos hecho juntos.

Ya he dicho que pasábamos horas y horas en los árboles, y no por motivos prácticos como hacen muchos niños, que se suben a ellos sólo para buscar fruta o nidos, sino por el placer de superar difíciles protuberancias del tronco y horcaduras y llegar lo más alto que podíamos, y encontrar buenos sitios donde pararnos a mirar el mundo allá abajo, a gastar bromas y decir cosas a quien pasaba. Me pareció-, pues, natural que la primera idea de Cosimo, ante aquel injusto ensañamiento contra él, hubiera sido trepar a la encina, árbol que nos era familiar y que al extender sus ramas a la altura de las ventanas de la sala imponía su actitud desdeñosa y ofendida a la vista de toda la familia .

-¡Vorsicht! Vorsicht! !Se va a caer, pobrecillo!- exclamó llena de angustia nuestra madre, que nos habría visto de buen grado a la carga bajo los cañonazos, pero a la que preocupaba cualquiera de nuestros juegos.

Cosimo subió hasta la horqueta de una gruesa rama donde podía estar cómodo, y se sentó allí, con las piernas colgantes, los brazos cruzados con las manos bajo las axilas, la cabeza hundida entre los hombros, el tricornio calado sobre la frente.

Nuestro padre se asomó al antepecho.

-¡Cuando te canses de estar ahí cambiarás de idea! -le gritó.

-¡Nunca cambiaré de idea! -dijo mi hermano, desde la rama.

-¡Te las verás conmigo en cuanto bajes!

-¡Yo no bajaré nunca más!

Y mantuvo su palabra.

Italo Calvino, Nuestros Antepasados. El Vizconde Demediado.
Siruela, 2004. Trad. Esther Benítez


 La pieza casi acabada en la Rambla de Santa Mónica (Ricard Martínez, 2011)

Nuestros Antepasados (I): El Vizconde Demediado

Martínez & Martínez en el autorretrato doble de Antonio Fernandez Napoleon. (Arqueologia del Punt de Vista, 2011)

Galería Urbana de Retratos está fabricada con nuestros antepasados y nosotros mismos como principal material prima. Por ello, no es nada casual poder ilustrar con algunas de sus imágenes los tres relatos que, bajo el título de Nuestros Antepasados, publicó Italo Calvino. Empecemos por el primero.

Entonces el buen Medardo dijo: -Oh, Pamela, eso es lo bueno de estar partido por la mitad: el comprender en cada persona y cosa del mundo la pena que cada uno y cada una siente por estar incompleto. Yo estaba entero y no entendía, y me movía sordo e incomunicable entre los dolores y las heridas sembrados por todas partes, allí donde, estando entero, uno menos se atreve a creer. No sólo yo, Pamela, soy un ser partido por la mitad y separado, también lo eres tú y todos. Ahora tengo una fraternidad que antes, entero, no conocía: con todas las mutilaciones y las carencias del mundo. Si vienes conmigo, Pamela, aprenderás a sufrir con los males de los demás y a sanar los tuyos curando los de ellos.
-Eso es muy hermoso -dijo Pamela-, pero yo estoy en un buen lío, con ese otro trozo vuestro que se ha enamorado de mí y no se sabe qué me quiere hacer.

Mi tío dejó caer la capa porque el temporal había acabado.


-También yo estoy enamorado de ti, Pamela.
Pamela saltó fuera de la gruta:

-¡Qué alegría! ¡Está el arco iris en el cielo o he encontrado un nuevo enamorado! Partido también éste, pero de alma buena.


Caminaban bajo ramas aún goteantes por senderos todos fangosos. La media boca del vizconde se arqueaba en una dulce, incompleta sonrisa.


-Entonces, ¿qué hacemos? -dijo Pamela.

-Yo diría que fuéramos con tus padres, pobrecitos, a ayudarles un poco en sus quehaceres.


-Vete tú, si tienes ganas -dijo Pamela.


-Yo sí tengo ganas, querida -dijo el vizconde.

-Pues yo me quedo aquí -dijo Pamela, y se detuvo con el pato y la cabra.

-Hacer juntos buenas acciones es el único modo de amarnos.

-Lástima. Yo creía que había otros modos.


-Adiós, querida. Te traeré una tarta de manzanas -y se alejó por el sendero a golpes de muleta.


-¿Qué te parece, cabra? ¿Qué te parece, patito? -dijo Pamela, sola con sus animales- ¿Siempre tengo que toparme con tipos así?


Italo Calvino, Nuestros Antepasados. El Vizconde Demediado.
Siruela, 2004. Trad. Esther Benítez

Autorretrato doble de Antonio Fernandez Soriano, fundador, junto con Anaïs Tiffon, de la saga de fotógrafos Napoleon.

Selenitas. Un nueva instalación en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona

Selenitas. Vestíbulo del Arxiu Fotogràfic de Barcelona (Foto: Isidre Santacreu, 2011)

La naturaleza, antes de que vengan al mundo, los dota en consonancia con la actividad que vayan a desarrollar; de una cáscara sale un guerrero, de otra, un filósofo, de una tercera, un teólogo, de una cuarta, un abogado, de una quinta, un granjero, de una sexta, un payaso, etc., etc., y cada uno se pone de inmediato a perfeccionarse, practicando lo que de antemano ya sabía solo en teoría.
Cuando envejecen, no se mueren, sino que se convierten en aire ¡Y se desvanecen como el humo! No necesitan beber y apenas evacuan, y aun así solo por el aliento. Solo tienen un dedo en cada mano, que utilizan con la misma perfección con que nosotros usamos los cuatro y el pulgar. Llevan la cabeza debajo del brazo derecho; y cuando salen de viaje o tienen que hacer algún ejercicio violento, suelen dejarla en casa, ya que la pueden consultar a distancia; esto es muy corriente; y cuando un alto personaje de la Luna quiere saber lo que pasa entre el vulgo, se queda en casa, es decir: el cuerpo se queda en casa y manda solo la cabeza, que puede salir de incógnito y volver cuando le parece con noticias de lo que ha pasado.

Rudolf Erich Raspe, Las Aventuras del Barón de Munchhausen. Cap. XVIII. Un segundo viaje a la Luna.

Selenitas de diferentes especies y profesiones hacen antesala junto a la exposición del Estudio Napoleon. (foto Isidre Santacreu, 2011)

Selenitas es una nueva instalación fotográfica confeccionada con las cabezas desprendidas de Galería Urbana de Retratos. Se encuentra en el vestíbulo del Arxiu Fotogràfic de Barcelona. Allí la podréis ver, hasta la clausura de la exposición Els Napoleon, Un Estudi Fotogràfic.

De manera análoga a su instalación complementaria, Selenitas es una obra incompleta. Se acaba cada vez que alguno de los visitantes presta su cuerpo a esas cabezas que parecen haber sido enviadas allí por sus propietarios, mientras ellos ejercen de atracción a propios y forasteros.

Las cabezas desprendidas de los retratos, a punto de tomar el ascensor. (foto: Isidre Santacreu, 2011)

Recortes de los retratos del Estudio Napoleon en el taller de Toño, nuestro ya experimentado montador de fotografías callejeras. (Foto: Ricard Martínez, 2011)

Instalación Fotográfica Selenitas
Lugar: Vestíbulo del Arxiu Fotográfic de Barcelona.
            Pl. Pons i Clerch, 2 2ª pl
            08003 Barcelona
Fecha: Hasta el 14 de mayo de 2011

Recordad que podéis enviar vuestras fotos con estos retratos aquí


Salvador Puig Antich y Heinz Chez Ejecutados. Radiografía del Punto de Vista.

Portada del semanario El Caso del 9 de Marzo de 1974, frente a la cárcel modelo de Barcelona (Ricard Martínez, 2010)

El 2 de marzo de 1974 el Estado ejecutó a dos personas. Una en Tarragona y otra en Barcelona. En este fotomontaje hemos ubicado la portada de ejemplar del El Caso en el que se daba cuenta de esas muertes, frente al edificio donde tuvo lugar una de ellas, la de Salvador Puig Antich. Así el resultado es una radiografía de lo que sucedió en el interior de aquella edificación pública hace ahora 37 años.

La crónica que publica El Caso sobre estos hechos es excelente. No solo trata de las ejecuciones, sino que relata los hechos que las precedieron, las últimas horas de los reos y el dolor de las hermanas de Puig Antich. También describe las circunstancias legales que permitían entonces la ejecución de ese tipo de sentencias. Hace un repaso técnico de la máquina utilizada para ello y, finalmente, refiere otras condenas de este tipo ejecutadas previamente. No se la pierdan, no tiene desperdicio.


puig-antic-el-caso

Galeria Urbana de Retratos, fabricada con nosotros y nuestros antepasados

Plafones con los retratos de una mujer desconocida vestida de hombre (antes de 1869) y de la compositora e intérprete Onia Farga con su hijo (cerca de 1910) (foto Ricard Martínez/Arqueologia del Punt de Vista, 2011)


Galería Urbana de Retratos es una instalación fotográfica confeccionada con reproducciones a tamaño natural de una selección de imágenes procedentes de la muestra “Els Napoleon, Un Estudi Fotogràfic”. La gran mayoría de ellas fueron hechas muy, muy cerca del lugar donde las hemos emplazado. Las personas representadas en esas fotos pasaron por allí antes o después de hacerse retratar.

Hemos practicado un orificio en el lugar que ocupaba el rostro en esos retratos. Así, los plafones expuestos forman el tablero de un juego, al que invitamos a participar al observador. Consiste en mezclar los rasgos de los modernos jugadores con las antiguas vestimentas y gestos de nuestros predecesores en esas fotos. El resultado será un nuevo personaje que, como nosotros mismos, es una mezcla de lo que somos y lo que han sido nuestros antepasados.

Para evidenciar este solapamiento hemos dejado algunos de los rostros originales. Así convivirán las caras del siglo XIX, con otras del siglo XXI, en los nuevos retratos que realicen los modernos participantes.

Reverso del plafón de la imagen anterior a pleno rendimiento (foto Ricard Martínez/Arqueologia del Punt de Vista, 2011)