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Bombardeos de Marzo de 1938. Fotografías de Josep Maria Martínez Tamborero

Efectos del bombardeo de marzo de 1938 en Diagonal esquina Bailén. (Fotografía del Comissariat de Propaganda sobre una imágen de Josep María Martínez Tamborero)

En la anterior entrada ya anuncié que publicaría las fotos de Josep María Martínez Tamborero. Él mismo explica su trabajo. Le cedo las cursivas.

Hace un tiempo me llamó una señora para hacer unas reparaciones domesticas. Al tomarle el nombre dijo llamarse Nin, señora Nin. «Anda, como l'Andreu! – pensé – Aun serán familia». En media hora había acabado el trabajo, y no pude evitar quedarme más de dos horas charlando con la señora Nin!!! Resultó ser una de esas personas que caen bien desde el primer instante. Una conversadora excelente, con una memoria envidiable y un genio que no sé yo como debería ser con veinte años! Me habló en primera persona de los bombardeos, los refugios, la despedida de las Brigadas Internacionales, la entrada de los nacionales, ... entonces me preguntó si conocía «lo de la bomba del coliseum». Respondí que no y empezó a hablar de la bomba, el camión de trilita, edificios destruidos, muchos muertos, ... y cuando llegó al tranvía, se puso a llorar. Tengo que confesar que mis conocimientos sobre la guerra eran bastante vagos y en ese momento me sentí realmente avergonzado de no saber nada de lo que estaba oyendo. Tenia que haber sido algo realmente importante para que, setenta años después, aun afectara tanto a aquella mujer y me quedó como una asignatura pendiente buscar información sobre el tema.


Dos años mas tarde buscando fotografías antiguas de Barcelona me llamó la atención una toma aérea de lo que parecía un incendio. Tras examinarla más atentamente, no pude evitar acordarme de la señora Nin. Estaba viendo con mis ojos la explosión del Coliseum! Se me puso la piel de gallina! Empecé a buscar y en seguida encontré muchas más imágenes de ese día y posteriores, incluso del tranvía que la hizo llorar. Cuanto más veía, más me sorprendía el hecho de no conocer nada de todo aquello: miles de muertos, centenares de edificios destruidos, gente desplazada, los refugios, el dormir en el metro, las sirenas, el miedo, el hambre, ... Por alguna razón esa parte de la historia de mi ciudad me era desconocida, (para mucha gente también, según comprobé posteriormente) y me pareció terriblemente injusto para todos aquellos que vivieron, que sufrieron, que lucharon y que se dejaron la piel en Barcelona. Continué buscando fotos, videos, etc., hasta que di con un pequeño trabajo que se llama «del material con que se rellena un cráter» de un tal Ricard Martinez. La manera de hacer aparecer las imágenes antiguas sobre las modernas me cautivó desde el primer momento; me sugerían fantasmas del pasado que por un instante reclamaban SU espacio, el lugar que ocuparon hace tantos años y que de alguna manera les pertenece, y que luego se desvanecían y desaparecían. Poco a poco surgió la idea de hacer algo parecido, así cumplía dos objetivos: primero visitar todos esos escenarios a modo de penitencia, para fotografiarlos, y segundo rendir mi pequeño homenaje personal a mis conciudadanos de entonces con mi trabajo. 


La necesidad de que las imágenes encajen al máximo surge con la primera foto que hice, la del montón de caballos: solo tuve que ajustar los tamaños y encajó todo en 15 segundos. Ver cómo elementos comunes en ambas fotos (el bordillo, la esquina, las puertas) permanecen casi sin transición, mientras que los contenedores, los arboles, los coches, poco a poco se desvanecen para ceder su espacio a los caballos era justo el efecto que, sin saberlo, buscaba. En todas las demás he tenido que distorsionar de alguna manera mi foto para encajarla en la antigua. Si no coinciden todos los puntos, al hacer la transición la imagen chirría, vibra, y el efecto se pierde. En los montajes-panoramica hechos a partir de filmaciones también era muy importante conectar cada imagen con la siguiente para conseguir la máxima fluidez y que las uniones no distraigan la mirada del escenario recreado. 





Una cosa más: la señora Nin al final sí resulto ser familia de Andreu Nin -prima segunda, si no recuerdo mal-, aunque nunca llegaron a conocerse.




Cerramos esta colaboración con un par de montajes tan simples como un garabato con el dedo en un vidrio empañado. Muchas gracias, Josep María.
 

John Langdon-Davies y la Plaça Nova

Los escombros que aparecen en la imagen habían constituido las casas número 1, 3 y 5 de la Calle Corríbia, en la confluencia con la plaça Nova. Estas viviendas fueron destruidas por los ataques del 30 de enero de 1938. (© John Langdon-Davies, 1938 Archivo Sant Feliu de Guíxols. Fondo John Langdon-Davies)

Ese día resultaron derribados más edificios de la zona. En este plano podemos ver el área afectada. Superpuesto a todo ello, el punto de vista que ocupaba John Langdon-Davies en el momento de obtener su fotografía. (fuente: Junta Local de Defensa Pasiva. Arxiu Municipal Administratiu de Barcelona)

Tras la guerra, se reformó toda la zona. Por un lado, se recuperó la idea de abrir -aunque de forma parcial- una de las vías que, a través del casco antiguo de la ciudad, proponía Ildefonso Cerdà en su proyecto de ensanche de Barcelona de mediados del siglo XIX. Por otro lado, la operación permitiría poner al descubierto una parte de las murallas sobre las que se apoyaban algunas edificaciones. Así se seguía completando esa creación del siglo XX llamada Barrio Gótico.
No puedo evitar hacerles una sugerencia. Tras apreciar in situ las causas y los efectos de esta reforma urbanística, les propongo que crucen la Vía Laietana, rebasen el Mercado de Santa Caterina y se adentren en un paisaje que no ha necesitado de ningún bombardeo para justificarse.

Retrato de John Langdon-Davies durante un mitin a favor de la República, en Nueva York, el 13 de enero de 1938. Unos días después, de vuelta en Barcelona, obtendría la fotografía que encabeza esta entrada. (Arxiu Sant Feliu de Guíxols. Fondo John Langdon-Davies (procedencia: Patrícia Langdon-Davies) Autor desconocido. Reg. 12865.)

John Langdon-Davies, escritor y ensayista británico, mantuvo dos grandes relaciones. Un affaire con el siglo XX. Por eso, no faltó a ninguna de las citas importantes con su época. Y un romance con Catalunya, que le hizo volver una y otra vez, hasta poco antes de su muerte, en 1971. Veinte años después, Miquel Berga escribió su biografía.


Cuando estalló la Guerra, él llevaba ya unos años entre Inglaterra, los Pirineos, Estados Unidos y la Costa Brava. Esta situación orbital, alternada con innumerables aterrizajes profundos, le permitía percibir los hechos violentos que aquí se estaban produciendo con una dolorosa y alta resolución. Pero también le habilitaba para analizar estos acontecimientos con la nitidez de una, hasta cierto punto, sosegada perspectiva. Y todo ello, sin dejar de tomar partido.


Estas percepciones y meditaciones eran publicadas con rigurosa rapidez. En noviembre de 1936 aparecía Behind the Spanish Barricades. Escrito a partir de las experiencias como corresponsal para el News Chronicle, entre mayo y setiembre de aquel año.


En 1938 publicó Air Raid, del que ya he escrito, sobre los bombardeos realizados sobre Barcelona en marzo de ese mismo año. Ese mes había llegado a Barcelona con el objeto de realizar gestiones para un programa de apadrinamiento de niños refugiados que había resuelto iniciar unos meses antes. Después de su estancia entre mayo y setiembre de 1936, había regresado a Barcelona en enero de 1937. Para entonces la situación había cambiado. Ya no había barricadas, ni gasolina. La Vía Laietana se había convertido en Vía Durruti. Todas las ventanas estaban cruzadas por cinta de papel engomado. Tiritas contra las bombas.


También se encontró con muchísimos refugiados en una situación dramática. Es entonces cuando decidió fundar una organización que hoy llamaríamos ONG.


“El objetivo es organizar unas colonias para las criaturas refugiadas españolas procedentes de las regiones en guerra, mantenidas por padres adoptivos ingleses (...) El padre adoptivo asegura la cantidad de una libra al día durante un año, suma que cubre los gastos de mantenimiento de una criatura. A la recepción del primer pago, se elige un niño entre los miles de huérfanos que constan, y en su día, el padre adoptivo recibe un informe con el nombre, la edad y un breve historial sobre las características del niño, acompañado de una fotografía. Se explica claramente a los niños quien los mantiene y de qué manera, a la vez que se les anima a escribir a los padres adoptivos. El padre adoptivo, por su parte, recibe un boletín mensual de los organizadores de España, así como noticias, cartas, dibujos, etc., con cierta frecuencia. Se pide que los padres adoptivos envíen fotografías, cartas, algún detalle de vez en cuando y, si es posible ropa. De esta manera, los niños que han perdido todos los vínculos personales notan la existencia de un amigo, en lugar de alguien que les hace caridad. Esta es la clave del programa de los padres adoptivos.”
Folleto explicativo de Forsters Parents Plan (Archivo personal de Patrícia Langdon-Davies. Citado por Miquel Berga)

Esta organización, de nombre tan sencillo, se extendió con rapidez por Inglaterra, Australia y Estados Unidos. Actualmente continua su actividad, aunque con una denominación aun más simple.

Volvamos a la foto de la plaça Nova. Para la instalación Runa había querido utilizar esta imagen no solo por una cierta simpatía con su autor. Se trata del lugar de Barcelona que más ha sido modificado como consecuencia de un bombardeo. Además es uno de los mas frecuentados de la Ciudad. Dado que la fecha de inauguración de Runa coincidía con las fiestas de la Mercè, opté por no colocar la foto en su lugar, el centro de la, ahora expandida, plaça Nova, porque estaba previsto realizar allí conciertos durante aquellas fechas. En lugar de eso, preferí buscar el más que significativo apoyo del Colegio de Arquitectos.

Me costó mucho convencerme de que debía descartar esta pieza por un recorte en el presupuesto.



Quiero agradecer a Patricia Langdon-Davies, viuda del escritor, y a Maria Àngels Suquet y Marc Auladell del Archivo de Sant Feliu de Guíxols su colaboración para la elaboración de este escrito.