Roy, un replicante de última generación, invoca sus recuerdos no implantados, poco antes de dejar escapar su vida y una paloma, ante Deckard, un estupefacto funcionario recién llegado de una excedencia. Blade Runner. Ridley Scott, 1982
Las fotografías, en muchas ocasiones, actúan como soporte de los recuerdos. Ayudan así, a que algunas experiencias no acaben como las maravillosas visiones del robot de la peli. Por eso, en el mismo film, otros replicantes conservan fotos en las que se mezclan los recuerdos injertados con los vividos.
Como si fueran restos de policromía en una antigua escultura, las fotos que se muestran a continuación llevan adheridas trazas de los recuerdos de Cristóbal Granero (Taberno, Almería, 1917-Paris, 1979). En su juventud vio atacar naves en llamas en la Ciudad Universitaria de Madrid.
Acompañan a las imágenes las palabras de su hijo, Jean. Van en cursiva, para diferenciarlas de las mías. Le pedí a Jean que me enviase las fotos y lo que quisiera escribir sobre ellas, para participar en la exposición Fem Memoria, que han organizado conjuntamente el MNAC y el diario El Periódico. Desafortunadamente, y tras un par de meses de búsqueda, las fotos aparecieron pocas horas antes de la inauguración de la muestra, en el Palacio Nacional de Montjuic. Por eso, hemos decidido dedicarles este espacio. He conservado la sintaxis francesa del relato de Jean, como indicio del final de la historia que las fotos explican. Ya había dejado escrito antes, que el tiempo cambia, a veces, las palabras y las personas de lugar.
Como si fueran restos de policromía en una antigua escultura, las fotos que se muestran a continuación llevan adheridas trazas de los recuerdos de Cristóbal Granero (Taberno, Almería, 1917-Paris, 1979). En su juventud vio atacar naves en llamas en la Ciudad Universitaria de Madrid.
Acompañan a las imágenes las palabras de su hijo, Jean. Van en cursiva, para diferenciarlas de las mías. Le pedí a Jean que me enviase las fotos y lo que quisiera escribir sobre ellas, para participar en la exposición Fem Memoria, que han organizado conjuntamente el MNAC y el diario El Periódico. Desafortunadamente, y tras un par de meses de búsqueda, las fotos aparecieron pocas horas antes de la inauguración de la muestra, en el Palacio Nacional de Montjuic. Por eso, hemos decidido dedicarles este espacio. He conservado la sintaxis francesa del relato de Jean, como indicio del final de la historia que las fotos explican. Ya había dejado escrito antes, que el tiempo cambia, a veces, las palabras y las personas de lugar.




Aseguraba alternativamente, en un camión ruso equipado de un armamento anti-aéreo, la defensa del puerto de Barcelona y del aeropuerto del Prat. Más tarde, durante la retirada, protegía la huida de las columnas refugiados hasta la frontera de Francia.

Como miliciano de la columna Durruti, resultó herido por primera vez de un balazo en la mano izquierda dando la señal de asalto en la Casa Campo, en el frente de Madrid. Este acontecimiento ocurrió el día anterior, o dos días antes, de la muerte de Durruti, (el 20 de noviembre de 1936). Aquí, en la foto, con otro camarada de lucha, de identidad desconocida. Viste uniforme de marino. También está herido, sin ninguna duda, de acciones gloriosas.

Debo esta información, así como la reproducción de la ficha, a Pilar Salmerón, del Arxiu Històric de l’Hospital de Sant Pau.

Luchando en Casa Campo, los milicianos sufrieron de tiros intensivos de morteros haciendo numerosas bajas y obligándoles abandonar las posiciones. En este movimiento de repliegue, Cristóbal Granero entendió una voz que lo llamaba "Cristóbal... Cristóbal no me dejes aquí...".
Era un camarada del Prat (Barcelona), un crío como él, que tenia el muslo de una pierna a mitad arrancado. Cristóbal Granero se lo cargó en las espaldas y lo llevó así hasta el primer buzón clínico de retaguardia. Cuando un médico les atendió le dijo "Pero que me traes aquí ? si esta muerto...".
Cristóbal Granero se quedo aturrullado, sin reacción y estuvo un momento asentado, cubierto de sangre. Cuando quiso levantarse no lo pudo, esa sangre no era solamente la de su camarada, estaba mezclada con su propia sangre, las piernas acribilladas de metralla.
El hecho de querer salvar un hermano de lucha le salvó su propia vida, porque este camarada fue, sin cálculo ninguno, como un escudo. Años mas tarde, sufriendo de los pulmones, le encontraron clavada en la columna un trozo de metralla... Quizás la que le quitó la vida a su camarada.
Gracias, Jean
Bona feina de recull d'arqueologia actual. Un testimoni molt més a afegir al calidoscopi de la guerra.
ResponderEliminarGracias. No todo ha de ser piedras.
ResponderEliminarMuchas gracias Solo rectificar la fecha de la muerte de Durruti 29XI36 !
ResponderEliminar20XI36 me se escapó la tecla
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