Escrito al reverso de esta foto: “19 Julio. La Maestranza ardiendo por el arrojo de nuestras fuerzas populares que llegaron hasta él incendiándolo para que los que se habían hecho fuertes tuvieran que evacuarlo.”
Josep Maria Sagarra i Plana. (Arxiu Nacional de Catalunya. Fons Sagarra CR-86373)
Josep Maria Sagarra i Plana. (Arxiu Nacional de Catalunya. Fons Sagarra CR-86373)
Al final de la Rambla
La insurrección militar en Barcelona tiene lugar la madrugada del domingo 19 de julio de 1936. Durante esa mañana es controlada por un combinado incómodo de fuerzas gubernamentales y anarcosindicalistas. A las 4 de la tarde se rinde el general Goded. Había llegado cuatro horas antes, procedente de Mallorca para encabezar un levantamiento que, en el momento de amarar su hidro en el puerto, ya había fracasado.
La mañana del día 20 de julio, solo quedan en Barcelona dos reductos sublevados. Las dependencias militares, hoy Gobierno Militar, en el lado Besós del Portal de la Pau y, en frente, el cuartel y Maestranza de Artillería de Drassanes. En aquel momento era un edificio a medio demoler que ocupaba una gran manzana, comprendida entre portal de la Pau, Colom, Paral.lel, Santa Madrona y Rambla de Santa Mónica. Hoy, su lugar lo ocupan el Museu Marítim, en las Drassanes, el edificio de la Delegación de Defensa, junto a Rambles y, entre ambos, el inicio de la avenida de les Drassanes. Había habido otra Maestranza de Artillería mucho tiempo antes, en el siglo XVIII, al otro lado de les Rambles. Posteriormente, en el siglo XIX, ese edificio fue un banco. Desconozco que destino tenía en el momento de estos hechos. Quizás es la Maestranza a la que se refiere el texto del reverso de la foto. En ese caso, se trataría del edificio justo tras la esquina borrosa, en el centro de la imagen de Sagarra.
Frederic Escofet era entonces Comisario General de Orden Público. Co-dirigió el operativo gubernamental junto con el Conseller de Gobernación España. En sus memorias, Escofet relata que, el día 20 por la mañana, se dispuso extender cruces de sábanas blancas en los tejados de los edificios militares que volvían a estar bajo la jurisdicción del Estado. A las diez de la mañana, el Conseller España ordenó a la aviación iniciar un bombardeo sobre los edificios aún en poder de los insurrectos. A ese bombardeo siguió un asalto sobre ambos acantonamientos del final de las Rambles. El último en caer fue Drassanes.
El día 19 esa zona había sido inexpugnable para las fuerzas del Gobierno. El fuego cruzado desde las dependencias militares y el cuartel de Drassanes, combinado con el de una ametralladora instalada en la base del monumento a Colon, impedía aproximarse. Ese primer día sólo cabía evitar que los insurrectos enlazasen con otros núcleos situados en la plaza Catalunya, el Paral.lel y en la avenida Icària.
Ligeramente desenfocado
Por la sombra de los árboles, se puede deducir que la fotografía de Sagarra se realizó sobre las 11h de la mañana. Según la sucesión de los hechos narrados por Escofet, y de acuerdo con la hora indicada por la sombra, esta instantanea podría estar tomada durante el ataque del día 20, o poco después, pero no el 19, como dice en el reverso. Si, a pesar de todo, fuera el primer caso, se trataría quizás de la única foto del pronunciamiento militar tomada durante un ataque. Se conoce una infinidad de imágenes de aquellos dos días. Pero ninguna de ellas está obtenida durante el combate. Recordemos, por ejemplo, aquella fotografía de funcionarios de orden público parapetados tras una barricada de materia orgánica tomada por Centelles. Simulan para el fotógrafo apuntar sus armas a un enemigo al que ya han derrotado.
Hay otra razón para creer que la foto de Sagarra corresponde al momento del asalto. Es una foto muy mala. No hay nada que dirija ni nuestra mirada ni nuestra lectura. No hay enunciado. Y además está desenfocada. A pesar de todo esto, Sagarra la positivó. Seguramente debido la importancia del acontecimiento.
Cuando Sagarra tomó esta foto tenía cincuenta y un años. Conocía perfectamente el lenguaje fotográfico. Por eso positivó también este negativo ligeramente desenfocado. Sabía que es uno de los recursos con los que se articula la fotografía, que le permitía narrar unos hechos como el fotoperiodista que era, acentuar así el dramatismo del relato y, sobretodo, intentar salvar esta foto tan desparramada. A pesar de todo, no he podido localizar ninguna reproducción de una u otra versión, en los suplementos gráficos de La Vanguardia de la época, para la que trabajaba.
Hay una cosa más. En la copia enfocada podemos apreciar mejor una hilera de personas al fondo de la imagen. La aparente tranquilidad de ese grupo indica que, en el momento de tomar la foto, no se combate. Esta foto nos ha hecho creer —al menos a mi— que había sido disparada cuando se producían otro tipo de disparos, nada aconsejables para la salud de nadie. Ni siquiera la de un fotógrafo.
Basado en hechos reales
Esto nos lleva a la polémica que se ha reabierto hace poco, sobre la puesta en escena en una foto de Robert Capa. No se asusten. No pienso entrar. Es más fructífero atender las reacciones a que ha dado lugar, que van desde el amargo repudio a una indulgente comprensión.
En junio, en el blog del Centre de Fotografía Documental de Barcelona, Laura Tarré, se hacia eco de (y cruces con) una pregunta del examen de selectividad. La reproduzco tal como la cita: "En una fotografía siempre hay un grado de manipulación por parte del autor. En los dos ejemplos propuestos, los autores han usado diferentes procesos técnicos para plasmar la intención estética. ¿Qué tipo de manipulación ha ejercido cada uno de los dos fotógrafos sobre su obra? Razonad la respuesta."
Según este enunciado y las anteriores opiniones, parece que la Fotografía, crece de forma silvestre ante los acontecimientos que registra. Por eso, cualquier intento de cultivo constituye una manipulación, o, peor aun, una mutación transgénica. Esta confianza en una Fotografía de generación espontánea nos hace vulnerables.
Amputación de la pierna del Sargento Bustos por el doctor Pedro van der Linden. Daguerrotipo de media placa atribuido a Charles J. Betts, 1847 (Fototeca Nacional del INAH, Pachuca, México. Reg. 839971)
Este daguerrotipo es una de las fotografías de guerra más antiguas que se conocen. Data de la guerra Méxicano-Estadounidense (1846-48). La imagen reconstruye un episodio de aquel conflicto: la primera intervención quirúrgica efectuada en pleno campo de batalla. Tiene, además, la particularidad de que está escenificada por los protagonistas del suceso. Es cierto que a uno de ellos —sin duda, el de menor graduación— le falta ya un fragmento, pero esto añade verosimilitud al tableau vivant. Además, para acentuar el dramatismo y enfatizar que la acción se desarrolló durante el combate, el fotógrafo hace asomarse por la derecha dos fusiles con la bayoneta calada. Este detalle equivaldría a desenfocar la foto en la copia de Sagarra. Durante mucho tiempo, las exigencias de los diferentes procesos fotográficos impedían registrar los acontecimientos mientras estos se producían. Esto ayudó a diferenciarlos de su registro. Tanto entonces como ahora, las fotografías están basadas en hechos reales, pero no son los acontecimientos que representan. Descubrir esta obviedad hace que nos comportemos como el amante despechado en una canción de Cuco Sánchez.
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