En el centro de la imagen, un fotomontaje realizado con varias instantáneas tomadas durante la lectura pública del fruto más preciado: un ciudadano con megáfono lee el escrutinio de los votos depositados en mi colegio electoral. El hecho tiene lugar al final de -en mi opinión- la más hermosa jornada de soberanía ciudadana vivida recientemente. Un día en que aquel lugar permaneció protegido por una sociedad poderosa, frente a aquellos que pudieron asaltarlo o, simplemente apropiárselo. Es un gesto colectivo, que bebe de aquellas fuentes que brotaron pocos años antes, en las plazas de unas ciudades indignadas. Esa imagen amarilla, tomada con un telefonino, registra un inmenso instante mágico, en el que el magnífico tesoro de aquella protesta se muestra aun sacudido por un doloroso viento de represión, antes de ser cubierto púdicamente, como en un cuadro de Botticelli.
Refotografiar es el arte de llegar otra vez. Esa insistencia permite percibir lo que sucede cuando la realidad ha quedado fuera de campo. En ocasiones muestra micro-epifanías, proyectadas por la linterna mágica del recuerdo. Como en este caso, cuando el fotógrafo asiste al encantamiento de la edificación efímera de emocionantes torres humanas. No se pierdan, por nada en la vida, participar en la construccion de alguna de ellas.