“Para examinar las imágenes fotográficas de un cierto grado de perfección, es aconsejable que utilicemos una lupa grande, tal y como lo hacen los abuelos cuando leen. Esto amplía los objetos dos o tres veces, y, con frecuencia, revela una multitud de detalles diminutos que antes no se observaban, ni se esperaban. Además, sucede a menudo (y esto es uno de los encantos de la Fotografía) que el propio operador descubre, quizás mucho tiempo después, que ha delineado muchas cosas de las que no tenía ni idea cuando sacó la imagen. A veces se encuentran inscripciones y fechas sobre los edificios, o hay sobre sus paredes carteles impresos no pertinentes en absoluto. Otras veces se ve la esfera lejana de un reloj con la hora a la que se sacó la imagen, registrada inconscientemente.”
William Henry Fox Talbot. The Pencil of Nature. 1844
Estas palabras de uno de los inventores de la fotografía pueden sorprender a primera vista por su ingenuidad. Pero a mi me interesan mucho más por su vigencia. Están escritas en una época en que la fotografía no tenia ni de lejos la presencia tan notable de ahora. En la que las imágenes más difundidas estaban realizadas preferentemente por grabadores, dibujantes o pintores. Unos autores que, posiblemente no realizaban sus obras en el mismo lugar que representan -si estamos hablando de paisajes-. Pero en cambio, si que habían estado en cada uno de los milímetros cuadrados de la obra esparciendo sus trazos.
Recordemos la firma de Van Eyck en su retrato del matrimonio Arnolfini, Johannes de eyck fuit hic -Juan de Eyck estuvo aquí-, donde aquí no es el lugar representado, la alcoba de los Arnolfini, sino la superficie del cuadro que estamos observando. No hay sorpresas. El autor sabe que es lo que ha puesto en cada rincón del soporte.
La cosa cambia con la fotografía. El autor va con su cámara al lugar que retrata y allí aprieta el botón. Pero no coloca cada uno de los granitos de plata en la superficie de la imagen, ni, en la actualidad, esos pixels tan volátiles. El autor no es consciente de todo lo que ha dejado entrar en su imagen. Y mucho menos nosotros, los observadores. Por eso es necesario volver a ella provistos de una lupa.
Esto es lo que vamos a hacer con las seis fotografías de Albert Louis Deschamps que hemos expuesto en Figueres. Allí, y aun por unos días, no será necesario utilizar una lupa. Tan solo acercarse a los paneles y, eso si, agacharse un poco.
Tampoco será necesario aquí. Sencillamente os mostraré algunos de los detalles que he descubierto cuando he ampliado la imagen. Empecemos por la fotografía de referencia FOTOGRAFIAS-DESCHAMPS,FOTO.018 en su archivo, el Centro Documental para la Memoria Histórica.
En el centro de la imagen una persona mira al fotógrafo. Quizás es un soldado. No lo tengo claro. He visto algún abuelo descansando así, con una pierna cruzada sobre el cayado. En un balcon del fondo, una sábana. Podria tratarse de una bandera blanca, o los restos de un saqueo.
Una silla vacía. En el suelo podemos distinguir unas botellas también vacías. Alguien ha estado celebrando algo. En la pared un cartel nos recuerda la nueva situación y, quizás, el motivo de la celebración.
The boss. No lo había olvidado. Este es el cartel que aparecía en el primero de los detalles. Alguien podría pensar que estos son un ejemplo de los carteles no pertinentes a los que se refería Fox Talbot. Estoy convencido de que, en la época de estas fotografías, a nadie se le ocurriría pensarlo. Al menos en voz alta.
En esta otra fotografía tomada por Deschamps también en Figueres, un civil retira unos carteles, ahora inapropiados, de la cartelera pública. Su trabajo es supervisado de cerca por un militar.
El trabajo de Deschamps también es supervisado de cerca. La sombra de un banderín junto al fotógrafo así lo indica.
Por cierto, no he podido ver en ninguno de los detalles ninguna esfera lejana de un reloj. Pero, por la dirección de las sombras, sabemos que estas fotografías se hicieron entre las dos y las tres de la tarde.
William Henry Fox Talbot. The Pencil of Nature. 1844
Estas palabras de uno de los inventores de la fotografía pueden sorprender a primera vista por su ingenuidad. Pero a mi me interesan mucho más por su vigencia. Están escritas en una época en que la fotografía no tenia ni de lejos la presencia tan notable de ahora. En la que las imágenes más difundidas estaban realizadas preferentemente por grabadores, dibujantes o pintores. Unos autores que, posiblemente no realizaban sus obras en el mismo lugar que representan -si estamos hablando de paisajes-. Pero en cambio, si que habían estado en cada uno de los milímetros cuadrados de la obra esparciendo sus trazos.
Recordemos la firma de Van Eyck en su retrato del matrimonio Arnolfini, Johannes de eyck fuit hic -Juan de Eyck estuvo aquí-, donde aquí no es el lugar representado, la alcoba de los Arnolfini, sino la superficie del cuadro que estamos observando. No hay sorpresas. El autor sabe que es lo que ha puesto en cada rincón del soporte.
La cosa cambia con la fotografía. El autor va con su cámara al lugar que retrata y allí aprieta el botón. Pero no coloca cada uno de los granitos de plata en la superficie de la imagen, ni, en la actualidad, esos pixels tan volátiles. El autor no es consciente de todo lo que ha dejado entrar en su imagen. Y mucho menos nosotros, los observadores. Por eso es necesario volver a ella provistos de una lupa.
Esto es lo que vamos a hacer con las seis fotografías de Albert Louis Deschamps que hemos expuesto en Figueres. Allí, y aun por unos días, no será necesario utilizar una lupa. Tan solo acercarse a los paneles y, eso si, agacharse un poco.
Tampoco será necesario aquí. Sencillamente os mostraré algunos de los detalles que he descubierto cuando he ampliado la imagen. Empecemos por la fotografía de referencia FOTOGRAFIAS-DESCHAMPS,FOTO.018 en su archivo, el Centro Documental para la Memoria Histórica.
En el centro de la imagen una persona mira al fotógrafo. Quizás es un soldado. No lo tengo claro. He visto algún abuelo descansando así, con una pierna cruzada sobre el cayado. En un balcon del fondo, una sábana. Podria tratarse de una bandera blanca, o los restos de un saqueo.
Una silla vacía. En el suelo podemos distinguir unas botellas también vacías. Alguien ha estado celebrando algo. En la pared un cartel nos recuerda la nueva situación y, quizás, el motivo de la celebración.
The boss. No lo había olvidado. Este es el cartel que aparecía en el primero de los detalles. Alguien podría pensar que estos son un ejemplo de los carteles no pertinentes a los que se refería Fox Talbot. Estoy convencido de que, en la época de estas fotografías, a nadie se le ocurriría pensarlo. Al menos en voz alta.
En esta otra fotografía tomada por Deschamps también en Figueres, un civil retira unos carteles, ahora inapropiados, de la cartelera pública. Su trabajo es supervisado de cerca por un militar.
El trabajo de Deschamps también es supervisado de cerca. La sombra de un banderín junto al fotógrafo así lo indica.
Por cierto, no he podido ver en ninguno de los detalles ninguna esfera lejana de un reloj. Pero, por la dirección de las sombras, sabemos que estas fotografías se hicieron entre las dos y las tres de la tarde.