Rambla de Catalunya, agosto de 1938. Fotografía de Ramón Parera, ingeniero de la Junta Central de Defensa Pasiva de la Generalitat de Catalunya. Abadía de Montserrat. Parera anota en su dietario: Refugi subterrani a la Rambla de Catalunya. Part de l’excavació i l’entrada en construcció.
Os propongo ahora que leáis estos fragmentos de un artículo de Manuel Cruz. Como sucede con Runa, aparenta tratar sobre el recuerdo, cuando, en realidad, está hablando de nosotros, y de lo que queda de nosotros.
Recordamos Mal
Bien está que haya lugares comunes, pero resulta francamente tedioso que los haya unánimes. Si los primeros se identifican con los tópicos. Los segundos son directamente banalidades, seudoeviodencias que se han incorporado al discurso ordinario hasta el límite del automatismo, que se han incrustado en nuestro lenguaje hasta hacerse imperceptibles, cargando de oscura razón nuestros enunciados, deslizando en su interior un sentido que siempre permanece velado. Así, la valoración positiva de la memoria se ha convertido de un tiempo a esta parte en uno de esos lugares comunes incuestionados, por no decir universalmente aceptados. Siempre cabe discutir acerca de si en la práctica se le presta a la evocación del pasado la intención que se merece, pero, en todo caso, lo que parece claro es que resulta insólito encontrar hoy en día a alguien que manifieste estar resueltamente en contra de la memoria o, viceversa, que reconozca ser un fervoroso partidario del olvido a cualquier precio.
(...)
Recordar no es -no puede ser- un fin en si mismo, ni constituye un valor supremo, último, que no pueda ser impugnado desde lugar alguno. El mero ejercicio de la memoria todavía no nos garantiza nada, por más que tantos se empeñen en sostener que constituye una actividad inequivocamente progresista con el argumento, ciertamente sumario, de que nos garantiza no reincidir en los errores del pasado.
(...)No se trata, por tanto de recaer por enésima vez en la estéril contraposición entre memoria y olvido. Lo que, concretando, equivale a afirmar que si se nos formulara la siguiente pregunta: “entonces, ¿Recordamos poco o demasiado?” a mi entender sólo cabría ofrecer una respuesta: recordamos mal, y, añado, a corregir esta distorsión de la propia memoria deberíamos aplicar nuestros mayores esfuerzos.
(...)
Esto empieza a parecerse de manera inquietante a Balde Runner (con sus replicantes incapaces de dilucidar, salvo por medio de un test científico, si aquel pasado que creían recordar les pertenece realmente). De ahí mi convencimiento: si algo se trata de reivindicar no es tanto mayores dosis de memoria (que tal vez constituyeran ya auténticas sobresdosis), como algo más preciso y, sin duda, mucho más necesario: la autonomía de la memoria. Lo que se parece mucho a decir: que nos dejen recordar por nuestra cuenta de una maldita vez.
(...)
A mi me parecía -y me sigue pareciendo- que no puede ser casual (...) tanto empeño en resucitar lo perdido. Lo que sucede (...) parece estar informando de un cambio en nuestra manera de percibirnos y representarnos. El cambio en cuestión refiere directamente al pasado y al presente e, indirectamente, al futuro. Al margen de más detalles, a los que aludiré a continuación, el resultado es que el presente queda vaciado de contenido, devaluado a la simple condición de mirador desde el que contemplar el pasado. Devaluación en cierto sentido cómoda: el pasado ofrece la gran ventaja de parecer un asunto de otros, en concreto de quienes lo hicieron ser como fue. El futuro, en cambio, resulta profundamente incómodo: cualquier representación del futuro informa, con precisión de orfebre, del presente desde el que está realizada; no pasa de ser, a ojos vista, una proyección hacia adelante de los anhelos y los temores de hoy. Y tal vez sea esto lo que se pretende evitar.
(...)
Efectivamente, ha desaparecido de nuestro campo visual la idea de futuro. El tiempo venidero ha perdido los rasgos y las determinaciones que poseía aquella venerable idea, a pasar a ser el espacio de la reiteración, de la proyección exasperada del presente. Ya no es el territorio imaginario en el que habitan los proyectos, intenciones o sueños de la humanidad, sino el lugar en el que lo que hay persevera en su ser. Expresión de ese nuevo convencimiento se diría que es la forma en que nos habla de él: en clave de designio inexorable (casi naturalista), anticipándonos las curvas de población, advirtiéndonos de las dificultades de tesorería que tendrá la hacienda pública dentro de treinta años, o cosas por el estilo. Tal vez sea porque incluso los sectores que antaño se autodenominaban progresistas han ido asumiendo este convencimiento -esto es, han ido percibiendo el nulo margen de actuación que un futuro así entendido les dejaba- por lo que sus propuestas han ido girando, de manera creciente, hacia el pasado. Como si no quedara más proyecto posible que el de mantener lo mejor de lo que hubo. Como si nada otro (que no sea terrorífico) pudiera ser pensado. Según parece, la esperanza pasó de largo ante nosotros sin que nos diéramos cuenta: ahora, algo tarde, debemos aplicarnos a salvar aquello que era, sin nosotros saberlo, nuestro único horizonte. Se comprende que recordemos mal: la atmósfera del pasado está francamente enrarecida.
Manuel Cruz. Hacer cosas con recuerdos. Sobre la utilidad de la memoria y la utilidad de rendir cuentas. Katz Editores. Buenos Aires, 2007.Finales de enero de 1939. En algún lugar indeterminado, durante un errático itinerario hacia la frontera. Los miembros de la Junta Central de Defensa Pasiva posan juntos por última vez, antes de dejar de ser funcionarios, para convertirse en exiliados. En su dietario, Parera habia dejado escrito:
Dimarts, 24
Els caps de secció tots vam decidir que el nostre deure era seguir l'evacuació amb la resta del Govern de la Generalitat.
Vam cridar i reunir tots els membres del personal i els vam exposar la situació i vam expressar que la Junta com a entitat no podia fer-se càrrec d'evacuar a cadascuns dels emplats.
Alguns van explícitament expressar que pensaven quedar-se. Independentment de la seva decisió, es va pagar la mesada (144,05 pts). Això tingué lloc abans de la 1 del migdia.
El mateix dia 24 a les 14,15 en Davó em va telefonar i va indicar-me l'agreujament de la situació i que ens hem de veure de seguida. Jo me'n vaig anar a casa (que era a Salmeron, 50 de Gràcia, i a 5 minuts de la Junta) i em vaig despedir de la família. Del meu pare, de la meva promesa, Pilar Sanent, de la meva germana Joana. El meu pare i la Pilar vam donar-me tot el suport per la decisió de marxar.
Recordamos Mal
Bien está que haya lugares comunes, pero resulta francamente tedioso que los haya unánimes. Si los primeros se identifican con los tópicos. Los segundos son directamente banalidades, seudoeviodencias que se han incorporado al discurso ordinario hasta el límite del automatismo, que se han incrustado en nuestro lenguaje hasta hacerse imperceptibles, cargando de oscura razón nuestros enunciados, deslizando en su interior un sentido que siempre permanece velado. Así, la valoración positiva de la memoria se ha convertido de un tiempo a esta parte en uno de esos lugares comunes incuestionados, por no decir universalmente aceptados. Siempre cabe discutir acerca de si en la práctica se le presta a la evocación del pasado la intención que se merece, pero, en todo caso, lo que parece claro es que resulta insólito encontrar hoy en día a alguien que manifieste estar resueltamente en contra de la memoria o, viceversa, que reconozca ser un fervoroso partidario del olvido a cualquier precio.
(...)
Recordar no es -no puede ser- un fin en si mismo, ni constituye un valor supremo, último, que no pueda ser impugnado desde lugar alguno. El mero ejercicio de la memoria todavía no nos garantiza nada, por más que tantos se empeñen en sostener que constituye una actividad inequivocamente progresista con el argumento, ciertamente sumario, de que nos garantiza no reincidir en los errores del pasado.
(...)No se trata, por tanto de recaer por enésima vez en la estéril contraposición entre memoria y olvido. Lo que, concretando, equivale a afirmar que si se nos formulara la siguiente pregunta: “entonces, ¿Recordamos poco o demasiado?” a mi entender sólo cabría ofrecer una respuesta: recordamos mal, y, añado, a corregir esta distorsión de la propia memoria deberíamos aplicar nuestros mayores esfuerzos.
(...)
Esto empieza a parecerse de manera inquietante a Balde Runner (con sus replicantes incapaces de dilucidar, salvo por medio de un test científico, si aquel pasado que creían recordar les pertenece realmente). De ahí mi convencimiento: si algo se trata de reivindicar no es tanto mayores dosis de memoria (que tal vez constituyeran ya auténticas sobresdosis), como algo más preciso y, sin duda, mucho más necesario: la autonomía de la memoria. Lo que se parece mucho a decir: que nos dejen recordar por nuestra cuenta de una maldita vez.
(...)
A mi me parecía -y me sigue pareciendo- que no puede ser casual (...) tanto empeño en resucitar lo perdido. Lo que sucede (...) parece estar informando de un cambio en nuestra manera de percibirnos y representarnos. El cambio en cuestión refiere directamente al pasado y al presente e, indirectamente, al futuro. Al margen de más detalles, a los que aludiré a continuación, el resultado es que el presente queda vaciado de contenido, devaluado a la simple condición de mirador desde el que contemplar el pasado. Devaluación en cierto sentido cómoda: el pasado ofrece la gran ventaja de parecer un asunto de otros, en concreto de quienes lo hicieron ser como fue. El futuro, en cambio, resulta profundamente incómodo: cualquier representación del futuro informa, con precisión de orfebre, del presente desde el que está realizada; no pasa de ser, a ojos vista, una proyección hacia adelante de los anhelos y los temores de hoy. Y tal vez sea esto lo que se pretende evitar.
(...)
Efectivamente, ha desaparecido de nuestro campo visual la idea de futuro. El tiempo venidero ha perdido los rasgos y las determinaciones que poseía aquella venerable idea, a pasar a ser el espacio de la reiteración, de la proyección exasperada del presente. Ya no es el territorio imaginario en el que habitan los proyectos, intenciones o sueños de la humanidad, sino el lugar en el que lo que hay persevera en su ser. Expresión de ese nuevo convencimiento se diría que es la forma en que nos habla de él: en clave de designio inexorable (casi naturalista), anticipándonos las curvas de población, advirtiéndonos de las dificultades de tesorería que tendrá la hacienda pública dentro de treinta años, o cosas por el estilo. Tal vez sea porque incluso los sectores que antaño se autodenominaban progresistas han ido asumiendo este convencimiento -esto es, han ido percibiendo el nulo margen de actuación que un futuro así entendido les dejaba- por lo que sus propuestas han ido girando, de manera creciente, hacia el pasado. Como si no quedara más proyecto posible que el de mantener lo mejor de lo que hubo. Como si nada otro (que no sea terrorífico) pudiera ser pensado. Según parece, la esperanza pasó de largo ante nosotros sin que nos diéramos cuenta: ahora, algo tarde, debemos aplicarnos a salvar aquello que era, sin nosotros saberlo, nuestro único horizonte. Se comprende que recordemos mal: la atmósfera del pasado está francamente enrarecida.
Manuel Cruz. Hacer cosas con recuerdos. Sobre la utilidad de la memoria y la utilidad de rendir cuentas. Katz Editores. Buenos Aires, 2007.Finales de enero de 1939. En algún lugar indeterminado, durante un errático itinerario hacia la frontera. Los miembros de la Junta Central de Defensa Pasiva posan juntos por última vez, antes de dejar de ser funcionarios, para convertirse en exiliados. En su dietario, Parera habia dejado escrito:
Dimarts, 24
Els caps de secció tots vam decidir que el nostre deure era seguir l'evacuació amb la resta del Govern de la Generalitat.
Vam cridar i reunir tots els membres del personal i els vam exposar la situació i vam expressar que la Junta com a entitat no podia fer-se càrrec d'evacuar a cadascuns dels emplats.
Alguns van explícitament expressar que pensaven quedar-se. Independentment de la seva decisió, es va pagar la mesada (144,05 pts). Això tingué lloc abans de la 1 del migdia.
El mateix dia 24 a les 14,15 en Davó em va telefonar i va indicar-me l'agreujament de la situació i que ens hem de veure de seguida. Jo me'n vaig anar a casa (que era a Salmeron, 50 de Gràcia, i a 5 minuts de la Junta) i em vaig despedir de la família. Del meu pare, de la meva promesa, Pilar Sanent, de la meva germana Joana. El meu pare i la Pilar vam donar-me tot el suport per la decisió de marxar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario